
La cirugía plástica, ya sea estética o reconstructiva, impone un estrés fisiológico significativo al cuerpo. Las incisiones quirúrgicas, la anestesia, la manipulación de tejidos y la inflamación desencadenan una cascada de respuestas metabólicas, vasculares e inmunitarias. La recuperación depende en gran medida de la eficiencia con la que el cuerpo pueda oxigenar los tejidos, reducir la inflamación, reparar el colágeno y prevenir complicaciones como infecciones, hematomas y fibrosis. Los avances en medicina regenerativa y tecnologías de bienestar ahora permiten optimizar el proceso quirúrgico. Entre las terapias con mayor respaldo empírico para la optimización pre y postoperatoria se encuentran la terapia de oxígeno hiperbárico (TOHB) , la terapia de campo electromagnético pulsado (CEMP) y la terapia de luz roja (fotobiomodulación, PBM) . Este artículo explica los desafíos biológicos que rodean la cirugía y propone una estrategia multimodal integrada basada en estas tres terapias para mejorar los resultados, acelerar la curación y reducir las complicaciones.
Aunque las técnicas de cirugía plástica son cada vez más refinadas, el cuerpo aún experimenta una secuencia predecible de factores estresantes.
Durante la cirugía, se cortan pequeños vasos sanguíneos, lo que reduce temporalmente la disponibilidad de oxígeno.
El bajo nivel de oxígeno retarda la reparación del colágeno, aumenta la hinchazón y aumenta el riesgo de necrosis en tejidos delicados como la nariz, la cara o los senos.
El trauma quirúrgico activa el sistema inmunológico.
Si bien es necesaria para la curación, la inflamación excesiva provoca:
La cirugía produce radicales libres que dañan las células, retardando la recuperación y aumentando los hematomas.
La reducción del flujo sanguíneo provoca:
El flujo linfático suele verse afectado, lo que contribuye a la hinchazón y al retraso de la cicatrización. Por lo tanto, la recuperación de la cirugía plástica es una combinación de déficit de oxígeno , inflamación y deterioro de la reparación celular .